Con esta frase atribuida a Buda quiero empezar este post en el que hablaremos del dolor, el sufrimiento y la gestión del malestar.
¿Existe vida sin sufrimiento?
No existe vida sin dolor, puesto que no existe la muerte sin la vida ni la tristeza sin la felicidad. El problema generalmente no es el dolor, sino tratar de no sufrir nunca. Sería como aborrecer las largas noches de invierno y tratar de que no anochezca, es imposible y, sobre todo, desgastante.
Así pues, la clave es cómo aprendemos a reaccionar ante el dolor y esto depende de muchos factores, entre ellos nuestra cultura, la sociedad en la que vivimos, cómo nos han educado y nuestra experiencia vital. Pongamos un ejemplo, imaginemos un niño o niña pequeño que se cae, al verlo el padre o la madre reaccionan con preocupación, corriendo hacia él y asustándose, lo más probable es que el niño empiece a llorar desconsoladamente. Ahora veamos la misma situación pero la reacción de los padres es reírse, bromear y decir algo como «¡hala! ¡ya me has roto el suelo! ¡venga, vamos a buscar la grieta!», probablemente si el golpe no ha sido muy grande el niño se centre en buscar la grieta y no le dé más importancia al golpe de la que tiene, que es una pequeña molestia física que no le impide seguir jugando.
Viendo el sufrimiento como una taza de café
Nos explican en el Manual para soltar, de Joaquim Soler (Psara ediciones), que cuando somos adultos lo difícil es encontrar la manera de dejar de sufrir y para ello utilizan la metáfora del café:
Vamos a imaginar que el dolor es un líquido negro y amargo, como el café, y que nosotros somos la taza que lo contiene. La primera opción para aliviar el dolor sería tirar el café; en caso de poder hacerlo es la primera opción que elegimos: evitar el sufrimiento, apartarlo de nosotros.
Si no podemos tirar el café, aún nos quedan otras tres opciones. La primera sería endulzarlo para disminuir su amargor, o echarle leche para que no sea tan negro; esto se traduce en cambiar la forma en la que pensamos sobre el problema o el origen del sufrimiento. Si encontramos un sentido a ese dolor será más llevadero. Por ejemplo, la diferencia entre hacer trabajo físico forzoso y correr una maratón está en el sentido que las personas adjudican al cansancio y al dolor. A pesar de que el grado de extenuación es similar en ambos casos, los efectos sobre las emociones y el estado de ánimo son muy distintos.
La segunda opción sería no hacer nada. En este caso, sin duda, vamos a seguir sufriendo.
La tercera opción es convertirnos en una taza de mayor capacidad; la cantidad de café, su color y su amargor son los mismos pero nuestra capacidad para tolerarlo será mayor y esta es la clave. Precisamente esta opción es la más difícil a corto plazo, pero la que funcionará mejor a largo plazo.
Así pues, la próxima vez que te encuentres en una situación de sufrimiento piensa: ¿qué voy a hacer con este café?